Yo no pedí tus promesas pero si que creí en ellas, creí en tu palabra y le di más poder del que verdaderamente tenía, me dejé seducir por el cambio, por hacer distinto aquello que no me gustaba, me dejé engatusar aún habiendo luchado con uñas, más todo quedó en agua de borrajas. Eres un gran vendedor de humo, de esos que te venden hasta el cielo, aún sabiendo que el cielo nos pertenece a todos y a ninguno. Yo no pedí tus promesas y sin embargo caí presa de ellas, me mantuve engañada, buscando razones para no ver lo obvio, para no creerme timada y de nuevo estafada. Admito que fue mi culpa por creer fehacientemente en ti, por profesarte cariño y simpatía, por pensar que eras un hombre de palabra y que tus promesas se cumplían. Fue un pacto entre tu y yo, un compromiso frente a los hechos, pero parece todo prescrito cuando tu interés cambia de norte.
las historias, las palabras, los pensamientos, las inquietudes, los sentimientos... muestran nuestra humanidad más allá de lo predecible