Cuando el miedo me paraliza, siento como la ansiedad se apodera de mi cuerpo, mi corazón late con fuerza, desbocado, descontrolado, su latido vertiginoso y precipitado, hiere mi cuerpo como cuchillo afilado. Mi pensamiento no deja de crear posibilidades y mientras tanto, me acobardo. En ese momento, el miedo ya se ha apoderado de mí, ha entristecido mi mirada, me ha llenado de temores y ha logrado encerrar entre barrotes a mi amada calma. Ya no siento serenidad, se fue, mi valor se perdió de su mano, ahora sólo siento terror y este inconcebible desasosiego que me está matando. Siento pavor, siento esa turbación recorriendo mi cuerpo, me siento débil, frágil, inseguro, cobarde y temeroso, la angustia invade cada recoveco de mi ente, no puedo vivir así, es un lastre que me acompaña que me tiene esposado a él, a su nombre, miedo, a su ser, temor a su
las historias, las palabras, los pensamientos, las inquietudes, los sentimientos... muestran nuestra humanidad más allá de lo predecible