En un segundo quisiste silenciar mis palabras y dejarlas enmudecidas, siendo la mitad o menos de lo que podían llegar a ser. Creí que siempre defendías tu sangre, sin duda alguna, pero un día descubrí que sólo lo hacías con aquellos que tú elegías. Sentí ira al ver que no defendías a tu sangre directa, aquella que venía de una combinación entre tú y yo, y sin embargo, dabas importancia a las palabras de tu sangre favorita. Silenciaste mis quejas, amordazaste mis palabras, proclamaste tu discurso acallando la verdad, elegiste el camino fácil con la seguridad que no habría pugna, pero el dolor a veces grita en silencio y otras susurra entre lamentos, más si el dolor se convierte en una presión inhumana, de esas que ahogan y asfixian de forma hiriente, entonces , solo entonces, se escucha chillar esa mente encadenada y decir, basta, ya basta. Callé, omití, silencié, enmudec
las historias, las palabras, los pensamientos, las inquietudes, los sentimientos... muestran nuestra humanidad más allá de lo predecible