En un segundo quisiste silenciar mis palabras
y dejarlas enmudecidas,
siendo la mitad o menos de lo que
podían llegar a ser.
Creí que siempre defendías tu sangre, sin duda alguna,
pero un día descubrí que sólo lo hacías
con aquellos que tú elegías.
Sentí ira al ver que no defendías a tu sangre directa,
aquella que venía de una combinación entre tú y yo,
y sin embargo,
dabas importancia a las palabras de tu sangre
favorita.
Silenciaste mis quejas,
amordazaste mis palabras,
proclamaste tu discurso acallando la verdad,
elegiste el camino fácil
con la seguridad que no habría
pugna,
pero el dolor a veces grita en silencio
y otras susurra entre lamentos,
más si el dolor se convierte en una presión inhumana,
de esas que ahogan y asfixian de forma hiriente,
entonces, solo
entonces,
se escucha chillar esa mente encadenada
y decir, basta,
ya basta.
Callé, omití, silencié,
enmudecí y me abstuve de clamar
ecuanimidad,
pero ya no puedo más,
mi corazón clama justicia
y un poco de sentido común.
Aprende a ver con otros ojos
y a sentir con otro corazón,
la verdad verdadera no existe cuando te dejas influenciar,
el amor es algo distinto a un grado de sangre
o un apellido sin más.
-Meridien 2015-
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