Aún queda el frío del invierno
incrustado en tu corazón,
considerando quedarse o alejarse
de esa mirada o de esa sonrisa tuyas,
pero poco a poco la calidez de la primavera
va fundiendo el hielo que tanto se apega,
ese frio enquistado en tu interior,
resumido en dulces lágrimas
que corren sobre tus mejillas.
Aún queda ese glacial
que se sustenta en recuerdos,
imparcial con tu persona,
gélido e indeferente,
privándote de la calidez de los días,
llenándote de carencias,
estrechándote entre lamentaciones
sin un fin determinado y conciso.
Despierta de este letargo
que se ha hendido en tu alma,
despeja los días grises
y recibe la vida sin tormento ni desazón,
porque aún queda frío.
incrustado en tu corazón,
considerando quedarse o alejarse
de esa mirada o de esa sonrisa tuyas,
pero poco a poco la calidez de la primavera
va fundiendo el hielo que tanto se apega,
ese frio enquistado en tu interior,
resumido en dulces lágrimas
que corren sobre tus mejillas.
Aún queda ese glacial
que se sustenta en recuerdos,
imparcial con tu persona,
gélido e indeferente,
privándote de la calidez de los días,
llenándote de carencias,
estrechándote entre lamentaciones
sin un fin determinado y conciso.
Despierta de este letargo
que se ha hendido en tu alma,
despeja los días grises
y recibe la vida sin tormento ni desazón,
porque aún queda frío.
Meridien, 2007
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