Hoy contemplo tu dulce mirada, tus bellos ojos
y dentro de ellos veo la vida latiendo,
quizás estén ausentes para otros
pero para mí son los ojos del amor.
Con aquella ternura que me provocas,
te doy un beso sobre tu mejilla,
y siento tu piel de terciopelo,
esa piel que desprende aroma de amor,
esa piel que tantas veces acarició mi cuerpo
y llenó mi corazón.
Cojo tus manos entre las mías,
te acaricio mientras recibo la más bella sonrisa,
una sonrisa llena de amabilidad,
de nobleza, de sensibilidad,
y aunque me dicen una y otra vez que no sabes quien soy,
yo creo que sí,
que sí que lo sabes,
que lo intuyes,
que soy una persona que te quiere,
que decide compartir su vida con la tuya,
que comparte su tiempo con tu tiempo,
que llena su corazón con el tuyo.
Para otros, tan sólo soy tu hijo,
aquél que te visita día a día,
aquél al cual le caen las lágrimas antes y después de verte,
aquél que mientras está a tu lado no puede dejar de sonreir,
sonrisa que lleva tu nombre,
sonrisa que se dibuja en su rostro,
en sus labios,
en su mirada y en su corazón,
sonrisa llena de amor,
sonrisa que tú creaste.
Conversamos durante horas,
paseamos juntos por el jardín,
me dejas que te peine,
me dejas que te bese,
jugamos juntos,
pintamos juntos,
y en esos momentos,
recuerdo mi infancia a tu lado,
cuando jugabas conmigo,
cuando me llevabas a pasear,
cuando me peinabas o me hacías el bocadillo.
Que dulces recuerdos aquellos,
son recuerdos que llenan mi corazón,
que dejaron huella como ninguno
y que ahora sólo recuerdo yo,
pero no te preocupes mamá,
te contaré mil veces mi vida
si con ello logro pintarte una sonrisa,
te diré mi nombre infinitamente
si con ello logro hacer brillar esa mirada incandescente.
Te quiero como nunca te quise
y aunque no recuerdes todo lo que vivimos,
disfrutaremos del presente,
de los ratos que el tiempo nos concede,
de estas horas juntos que más que nunca valoro,
que más que nunca atesoro.
Son las horas del amor, de la paz,
de la ilusión de tenerte a mi lado,
de poder sentirte cada día,
de saber que sientes que te quieren
y de sentir que me quieres.
Nunca olvidaré quien eres,
cuanto amor me diste,
que vida más bella me concediste,
por ello,
por siempre,
por todo y por nada,
siempre estaré a tu lado presente,
día a día, cada momento,
lograré escaparme de la rutina para estar contigo,
para hacer de mis días parte de los tuyos,
para ver esa sonrisa que cada día me dedicas,
para sentir ese amor que desprendes,
para que sientas al hijo que creaste,
al cual llenaste y llenas de amor,
para poderte regalar todo lo que tu me entregaste,
tu tiempo,
tu vida,
tus bellas sonrisas,
todo aquello que eres tú.
Te quiero mamá, te quiero mucho,
no puedo olvidar quien eres,
no puedo olvidar esos brazos y esos besos,
que me acunaban en su regazo
para calmarme y llenarme de sosiego,
esas dulces palabras que me dedicabas,
esos ánimos que me dabas,
ese hombre que creaste
y que poco a poco enseñaste a ser quien es.
Te quiero, te quiero...
y dentro de ellos veo la vida latiendo,
quizás estén ausentes para otros
pero para mí son los ojos del amor.
Con aquella ternura que me provocas,
te doy un beso sobre tu mejilla,
y siento tu piel de terciopelo,
esa piel que desprende aroma de amor,
esa piel que tantas veces acarició mi cuerpo
y llenó mi corazón.
Cojo tus manos entre las mías,
te acaricio mientras recibo la más bella sonrisa,
una sonrisa llena de amabilidad,
de nobleza, de sensibilidad,
y aunque me dicen una y otra vez que no sabes quien soy,
yo creo que sí,
que sí que lo sabes,
que lo intuyes,
que soy una persona que te quiere,
que decide compartir su vida con la tuya,
que comparte su tiempo con tu tiempo,
que llena su corazón con el tuyo.
Para otros, tan sólo soy tu hijo,
aquél que te visita día a día,
aquél al cual le caen las lágrimas antes y después de verte,
aquél que mientras está a tu lado no puede dejar de sonreir,
sonrisa que lleva tu nombre,
sonrisa que se dibuja en su rostro,
en sus labios,
en su mirada y en su corazón,
sonrisa llena de amor,
sonrisa que tú creaste.
Conversamos durante horas,
paseamos juntos por el jardín,
me dejas que te peine,
me dejas que te bese,
jugamos juntos,
pintamos juntos,
y en esos momentos,
recuerdo mi infancia a tu lado,
cuando jugabas conmigo,
cuando me llevabas a pasear,
cuando me peinabas o me hacías el bocadillo.
Que dulces recuerdos aquellos,
son recuerdos que llenan mi corazón,
que dejaron huella como ninguno
y que ahora sólo recuerdo yo,
pero no te preocupes mamá,
te contaré mil veces mi vida
si con ello logro pintarte una sonrisa,
te diré mi nombre infinitamente
si con ello logro hacer brillar esa mirada incandescente.
Te quiero como nunca te quise
y aunque no recuerdes todo lo que vivimos,
disfrutaremos del presente,
de los ratos que el tiempo nos concede,
de estas horas juntos que más que nunca valoro,
que más que nunca atesoro.
Son las horas del amor, de la paz,
de la ilusión de tenerte a mi lado,
de poder sentirte cada día,
de saber que sientes que te quieren
y de sentir que me quieres.
Nunca olvidaré quien eres,
cuanto amor me diste,
que vida más bella me concediste,
por ello,
por siempre,
por todo y por nada,
siempre estaré a tu lado presente,
día a día, cada momento,
lograré escaparme de la rutina para estar contigo,
para hacer de mis días parte de los tuyos,
para ver esa sonrisa que cada día me dedicas,
para sentir ese amor que desprendes,
para que sientas al hijo que creaste,
al cual llenaste y llenas de amor,
para poderte regalar todo lo que tu me entregaste,
tu tiempo,
tu vida,
tus bellas sonrisas,
todo aquello que eres tú.
Te quiero mamá, te quiero mucho,
no puedo olvidar quien eres,
no puedo olvidar esos brazos y esos besos,
que me acunaban en su regazo
para calmarme y llenarme de sosiego,
esas dulces palabras que me dedicabas,
esos ánimos que me dabas,
ese hombre que creaste
y que poco a poco enseñaste a ser quien es.
Te quiero, te quiero...
Meridien, 2007
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