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No es fácil aceptar que te vas

No quieres imaginarte tu soledad,
no quieres ver el final de tu cuerpo,
no quieres sentir como se apaga
y poco a poco se desvanecen ilusiones,
sueños y realidad,
pero siempre llega el final de aquel principio.
Es fácil decir que no temas,
que no te angusties por el final de tu principio
porque es el princpio de un nuevo final,
un final para el que ahora no tienes conciencia
y que no sabes ciertamente si existirá.
Es fácil evocar palabras que suenen a libertad,
es fácil dar ánimos y hablar de un mañana,
sin saber que el ahora es lo que más te importa,
porque el ahora eres tú,
tu vida, tus segundos, horas o días
en los que te sentirás viva,
en los que serás infinitamente tú.
Y yo desde el otro lado de la cama,
me siento impotente ante esta dura realidad,
siento que te pierdo,
siento que este es un final,
siento el dolor que te embarga,
la angustia que no te deja pensar,
siento tu mirada temerosa,
a veces perdida en el horizonte,
otras fijas en mi rostro
y poco a poco mi pena se hace mayor.
Crece en mi interior ese temor a la pérdida,
esa nostalgia por los buenos momentos pasados,
esa rabia contenida en el corazón,
ese dolor por ver a aquellos que no sienten nada
y más allá de estos sentimientos,
siento en el aire el aliento de una nueva oscuridad.
Tu luz se apaga ante mis ojos,
irremediablemente cada vez más tenue, más deprisa,
tus manos se pierden en movimientos incontrolables
y tu respiración empequeñece en el aire,
tus palabras enmudecen,
tus fuerzas se pierden,
tu mente se aleja por instantes
y creo que la vida lentamente se te pierde.


Meridien, 2007

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