Siento el frío en mi rostro cada mañana, ese que me recuerda que el invierno está cercano, y no obstante mi corazón está ardiendo por el recuerdo de tus besos en mis labios, del aroma de tu piel sobre mi piel y la memoria que dejaron las yemas de tus dedos sobre mi cuerpo. Siento esa gélida caricia de la brisa de cada día, pero no tiemblo por ella sino por el recuerdo que se bate en mi pensamiento, ese palpitar en mi corazón que me recuerda cada uno de los momentos a tu lado, esos en los que me encantaba perderme sobre tu piel, esos en los que las caricias eran parte de un lenguaje por conocer, esos en los que no dejé de suspirarte. De pronto mi cuerpo comienza a temblar, pero no es de frío sino de exaltación al verte de lejos y saber que la distancia se acorta por momentos, y es entonces cuando vuela mi pensamiento buscándote para decirte al oido, entre susurros acompañados por el viento, que te dejes querer, que te dejes amar, y sientas la pasión que es dueña de nuestros sentimientos
las historias, las palabras, los pensamientos, las inquietudes, los sentimientos... muestran nuestra humanidad más allá de lo predecible