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Que vuelva la calma

Nunca quise convertirme en una obsesión,
en la obstinación de una mente
ofuscada por sus miedos,
pero la crónica de sucesos
se afanó en convertirme en ello
y ahora, entristecida, me muero de miedo.
Miedo por hacer daño a alguien,
por poder lastimar aquello que ya está herido,
miedo a destruir aquello que aún puede reconstruirse,
a crear heridas, lesiones, ofensas, agravios,
siento tanta agonía por esta situación
que me no importa si me castigo
una y otra vez por cada sonrisa,
por cada palabra o cada hecho
que me convirtió en la obsesión de alguien.
No puedo volver a ser yo,
ni mostrarme natural,
mido cada palabra,
cada acto,
cada pensamiento,
aunque no puedo controlarlo todo
y siempre,
acaba algo escapándose entre mis dedos.
Me siento tan culpable,
taciturna en mis lamentos,
que sólo pido silencio,
soledad,
distancia,
alejamiento,
esto me está llenando de desamor,
me vuelve fría por momentos,
ha llenado de miedos mi corazón,
me ha apartado de muchos a los que quiero.
Cada vez que salgo a pasear sola,
siento miedo,
cada vez que a mi lado no hay alguien,
siento miedo,
cada vez que voy a cruzar una calle,
siento miedo,
cada vez que salgo de mi hogar,
siento miedo.
El temor es tan grande
que ahora ya no es sólo recelo,
mas bien se tornó pánico,
aprensión, desconfianza, desasosiego
pero nunca cobardía.
No quiero más sombras tras de mi,
ni llamadas que silencian su voz,
no quiero más palabras que me humillen
y hieran una y otra vez mi corazón,
no quiero,
no quiero más por favor.
Nunca pretendía ser la obsesión de nadie
y ahora sólo pido
que me olvide,
que me omita de su pensamiento,
para siempre,
para que vuelva la calma a este tormento.

Meridien

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