Creía que vivía una especie de felicidad
pero tan sólo era un vago recuerdo de aquello que fue,
era como una reminiscencia de un tiempo soñado,
de una época en la que no hacía falta imaginar,
donde las ilusiones no eran sencillamente una quimera
y sí un hecho consumado.
Creía que el sabor de tus besos nunca cambiaría,
que tu tacto sería siempre mi anhelo,
que mi imperante deseo nunca sucumbiría al paso del tiempo
y sin embargo, llegó sin remedio el ocaso.
Ni el pecado, ni la virtud,
no han errado en ser antónimos,
como nosotros tampoco lo hicimos cuando nos amamos
en aquel tiempo indefinido,
y ahora, todo lo que adolece nuestra vida
es simplemente un intermedio de melancolía.
Quizás la utopía de una vida plena nos llevara aquí,
tal vez las esperanzas eran demasiadas,
los dogmas prescindibles
y la negación, nuestro sustento.
Creía, mientras hacía conjeturas y el tiempo las deshacía,
hasta que dudé de mí misma,
y dudé sin calcular,
sin previsiones,
sin intentar entender,
simplemente, sentí el corazón y dudé.
pero tan sólo era un vago recuerdo de aquello que fue,
era como una reminiscencia de un tiempo soñado,
de una época en la que no hacía falta imaginar,
donde las ilusiones no eran sencillamente una quimera
y sí un hecho consumado.
Creía que el sabor de tus besos nunca cambiaría,
que tu tacto sería siempre mi anhelo,
que mi imperante deseo nunca sucumbiría al paso del tiempo
y sin embargo, llegó sin remedio el ocaso.
Ni el pecado, ni la virtud,
no han errado en ser antónimos,
como nosotros tampoco lo hicimos cuando nos amamos
en aquel tiempo indefinido,
y ahora, todo lo que adolece nuestra vida
es simplemente un intermedio de melancolía.
Quizás la utopía de una vida plena nos llevara aquí,
tal vez las esperanzas eran demasiadas,
los dogmas prescindibles
y la negación, nuestro sustento.
Creía, mientras hacía conjeturas y el tiempo las deshacía,
hasta que dudé de mí misma,
y dudé sin calcular,
sin previsiones,
sin intentar entender,
simplemente, sentí el corazón y dudé.
Meriden
Comentarios