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Aroma y sabor predilectos

Un suspiro, un susurro,
un soplo de aire fresco,
llegaste inundando de ilusión ese espacio intermedio,
dibujando sonrisas para después cautivarlas,
pintando brillos en las miradas,
esas que permanecían serenas y moderadas,
creando instantes mágicos,
llenos de misterio, de pasión,
de ensueños e imaginación.

Te convertiste en un sentimiento que crecía
y emergía hacia un lugar sin describir,
sin prisas, sin tiempo limitado
pero con la seguridad de poder llegar a su destino,
con el deseo de conseguirlo
y la expectación de esos instantes indefinidos.

Fuiste aquello que quisiste ser,
sin imaginarlo, o sí,
te dejaste llevar por la esencia del delirio
y la chispa de esa creativa intuición que posees,
tu ingenio te hizo perceptivo,
tus sensaciones, cautivo
y tu iniciativa, ganador.

Hablabas con la presunción de ser el centro de atención,
de creer que tu pensamiento era inequívoco
y mis palabras demasiado obvias,
que lo auténtico residía en ti,
cuando lo tangible estaba entre nuestras manos,
palpable en esos momentos íntimos,
tan entrañables como extraordinarios.

Asombroso el misterio que embarga tus decisiones,
aquellas que sin interpretación son en si mismas comprendidas,
acogidas sin rechistar,
asintiendo desde el corazón,
concertadas entre palabras.

Y es que llegaste y ganaste,
conseguiste un lugar en mi pensamiento,
la predilección de cada poro de mi cuerpo,
la memoria de pasión impregnada en mis versos
y el sabor de tus labios se convirtió en exclusivo,
inimitable, sin posibles falsificaciones,
porque llegaste y te quedaste en mi claro corazón.

Meridien

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