En estos momentos me muevo por inercia, ésta que se arraiga en mis entrañas aún lejos de conquistar mi pensamiento, bastante desdicha es tenerla de compañera como para quererla como amiga. Me llena con su desidia, esa que provoca el día día, cada vez más inhumano, colmado de rutina y apatía. Semejantes rostros los que se vislumbran a la misma hora, idénticos comentarios, gritos que se despachan durante la ebriedad de momentos difíciles, incomprensión y destierro de los buenos modales, precipitación hacia un ocaso nefasto. Inercia, la que se incrusta como algo nocivo, perjudicial, pernicioso, que se hace así misma costosa y se adjetiva como regular, ésa que se implantó en mi vida a través de los demás, que se afianzó entre golpes y contrariedad, ésa que acaba con los impulsos, que tacha las palabras potenciar y desarrollar y se queda vilmente con una única palabra, frustrar. No tiene fin cuando no se ponen medios, cuando se abandona a su libre albedrío, cuando se promueve su esencia y s
las historias, las palabras, los pensamientos, las inquietudes, los sentimientos... muestran nuestra humanidad más allá de lo predecible