Los conocí entre la gente,
entre el ir y venir de cada día,
sus sonrisas y sus risas se hicieron cómplices,
crearon sus instantes,
sembraron sus afectos
y llenaron sus vidas vacías.
Ella descubrió la pasión,
él, el deseo entre miradas,
ambos creyeron en el amor y en la incandescencia de sus hazañas.
Pero el tiempo dibujó una línea divisoria,
marcó los límites y creó el enfrentamiento,
a modo de reproches llegaron sus temores,
cada palabra era tomada con recelo,
cada acción se tildaba sospechosa
y con ello creció el desconsuelo.
Y la llamada del orgullo los hizo caer en el menosprecio,
en los desaires concedidos sin compasión,
en sacar al aire sus bajezas
y en olvidar que algún día fueron fruto de su predilección.
Ahora son dos almas solitarias
que se buscan y se repelen,
que nada tienen que ver con la felicidad
y que se diluyen en soberbia.
entre el ir y venir de cada día,
sus sonrisas y sus risas se hicieron cómplices,
crearon sus instantes,
sembraron sus afectos
y llenaron sus vidas vacías.
Ella descubrió la pasión,
él, el deseo entre miradas,
ambos creyeron en el amor y en la incandescencia de sus hazañas.
Pero el tiempo dibujó una línea divisoria,
marcó los límites y creó el enfrentamiento,
a modo de reproches llegaron sus temores,
cada palabra era tomada con recelo,
cada acción se tildaba sospechosa
y con ello creció el desconsuelo.
Y la llamada del orgullo los hizo caer en el menosprecio,
en los desaires concedidos sin compasión,
en sacar al aire sus bajezas
y en olvidar que algún día fueron fruto de su predilección.
Ahora son dos almas solitarias
que se buscan y se repelen,
que nada tienen que ver con la felicidad
y que se diluyen en soberbia.
Meridien
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