Me propuse tocar el cielo con mis manos,
aquel cielo azul e infinito
que parecía ilimitado
e interminable,
me propuse sentir su frescor deslizándose por mi piel
y escabulléndose entre mis dedos.
Quise sentir su suavidad,
aquella delicadeza que exhumaba como exquisitez soñada.
Pero mis fuerzas eran mínimas
y llegar a él parecía una batalla perdida,
entonces te cruzaste en mi camino,
me miraste,
me diste la mano
y me acompañaste en mi destino.
Tus fuerzas se unieron a las mías,
nuestros deseos se convirtieron en senda
y alcanzar el cielo solo fue el principio.
Unidos llegamos muy lejos,
éramos dos almas fusionadas,
dos energías conectadas
que comprendieron que su fortaleza nacía de su nexo más
profundo,
de su vinculación a la vida.
Somos grandes porque, somos.
Meridien, 2014
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