Te debo una disculpa,
por todas las veces que me escribiste y no contesté
por cada uno de los versos,
de las cartas escritas,
de los pensamientos de los que me hacias partícipe,
de esos besos cálidos, húmedos y escritos,
te debo una disculpa.
Sentía que el tiempo me era robado
cada vez que quería responder y no lo hacía,
impugnaba a mi ser interior con alaridos de protesta
intentando consolarlo en su súplica hacia ti,
como bien sabes, él está de tu parte,
sigue interpelando para que nunca me olvide,
reclamando su demarcación y promulgando su apetencia.
Y no olvidamos, ni él ni yo,
de tu existencia,
de cada escrito que crece como narrativa
y se propaga al ritmo de la crónica diaria,
de esa fuerza que bate corazones
y que acaba ilustrando sonrisas y miradas.
Las descripciones tan sumamente reseñadas,
cultivadas desde el interior,
llegan a tentar una y otra vez la fibra sensible
que nos envuelve,
tañéndonos de recuerdos pasionales,
rasgando la llama del delirio nunca olvidado.
No es por distanciación,
sí por carencia de tiempo,
quizás con la inspiración vuelva la vehemencia
para hacerse inmune al hastío
que evocan las dificultades
y que entorpece el quehacer que nos pertenece.
por todas las veces que me escribiste y no contesté
por cada uno de los versos,
de las cartas escritas,
de los pensamientos de los que me hacias partícipe,
de esos besos cálidos, húmedos y escritos,
te debo una disculpa.
Sentía que el tiempo me era robado
cada vez que quería responder y no lo hacía,
impugnaba a mi ser interior con alaridos de protesta
intentando consolarlo en su súplica hacia ti,
como bien sabes, él está de tu parte,
sigue interpelando para que nunca me olvide,
reclamando su demarcación y promulgando su apetencia.
Y no olvidamos, ni él ni yo,
de tu existencia,
de cada escrito que crece como narrativa
y se propaga al ritmo de la crónica diaria,
de esa fuerza que bate corazones
y que acaba ilustrando sonrisas y miradas.
Las descripciones tan sumamente reseñadas,
cultivadas desde el interior,
llegan a tentar una y otra vez la fibra sensible
que nos envuelve,
tañéndonos de recuerdos pasionales,
rasgando la llama del delirio nunca olvidado.
No es por distanciación,
sí por carencia de tiempo,
quizás con la inspiración vuelva la vehemencia
para hacerse inmune al hastío
que evocan las dificultades
y que entorpece el quehacer que nos pertenece.
Meridien
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