Te sentaste a mi lado cogiéndome la mano, hoy pretendías enseñarme ese atardecer del que tantas veces me habías hablado, tan lleno de belleza, tan cambiante y que yo sólo pude contemplar a través de tus palabras. Hoy pretendías que lo sintiera como nunca que lo viviera y me llenara de él, que lo hiciera mío en mis recuerdos, aunque mis pupilas no lo pudieran ver. Y describiste un cielo bordado de nubes que como algodones lo revestían de suavidad, describiste miles de tonalidades que empezaban en la línea del horizonte del mar para volar sobre nuestras cabezas y llegar al infinito sin más. Describiste un mar en calma, de un color plata que brillaba sin parar, donde los haces del sol que se escondía lo iluminaban de una forma única y especial. Cada palabra era enriquecedora, cada descripción aún más, tu compañía las hacia especiales, tu calor humano las colmaba de exclusividad. El entusiasmo de tus palabras, tu expresión y convicción fueron deleite de mis entrañas, se hicieron dueños de
las historias, las palabras, los pensamientos, las inquietudes, los sentimientos... muestran nuestra humanidad más allá de lo predecible